Estad siempre alegres en el Señor, de nuevo les repito, estad alegres…
Es también la alegría del Adviento y la de cada día: Jesús esa muy cerca de nosotros. Esta cada vez mas cerca. Nosotros podemos estar alegres si el Señor esta verdaderamente presente en nuestra vida, si no lo hemos perdido, si no han empañado nuestros ojos la tibieza o la falta de generosidad. El cristiano debe ser un hombre esencialmente alegre. Sin embargo, la nuestra no es una alegría cualquiera, es la alegría de Cristo, que trae la justicia y la paz, y solo El puede darla y conservarla, porque el mundo no posee su secreto.
La alegría del mundo es pobre y pasajera. La alegría del cristiano es profunda y capaz de subsistir en medio de las dificultades. Es compatible con el dolor, con la enfermedad, con los fracasos y las contradicciones. “Yo les daré una alegría que nadie les podrá quitar” ha prometido el Señor. Nada ni nadie nos arrebatara esa paz gozosa, si no nos separamos de su fuente.
El fundamento de nuestra alegría debe ser firme. No se puede apoyar exclusivamente en cosas pasajeras: noticias agradables, salud, tranquilidad, desahogo económico para sacar la familia adelante, abundancia de medios materiales, etcétera, cosas todas buenas, ni no estan desligadas de Dios, pero por si misma insuficientes para proporcionarnos la verdadera alegría.
Preparemos la Navidad junto a Santa María. Procuremos también prepararla en nuestro ambiente, fomentando un clima de paz cristiana, y brindemos muchas pequeñas alegrías y muestras de afecto a quienes nos rodean. Los hombres necesitan pruebas de que Cristo nació en Belén, y pocas pruebas hay tan convenientes como la alegría habitual de cristiano.
Siguenos en: